Tótem. Espantapájaros
Desde tiempos ancestrales el texto ha tomado en muchas ocasiones la forma de cuerpo humano, tanto en documentos religiosos como mágicos, rituales fúnebres o festivos, hasta llegar a nuestros días en caligramas, obras de arte o espacios publicitarios. El cuerpo zodiacal, el gramatical, como red de signos, como emblema y alfabeto. El cuerpo libro abierto y espejo del alma, espacio simbólico de la metáfora y mapa de la memoria. En lo negro duerme esa memoria, aguardan las semillas de la redención, reposan signos de luz para invocar esos cuerpos escritos. Los poemas querían ser «cuerpos», un corpus que reclama humanidad, rehumanización, una intencionalidad de pensarnos de nuevo ahora que parece que cada vez más importan menos los valores que siempre nos hicieron humanos. En el fondo de esa búsqueda late algo que permanece más allá de la fugacidad de los cuerpos roturados y de la historia concreta de sus cicatrices.